¿Ha de ser difícil o somos nosotros los que lo complicamos?
Crecer como persona y ser feliz mientras, es el objetivo de muchos. Y para conseguirlo podemos comenzar abordando el tema de la autoestima, esa capacidad de aceptarse y quererse que ayuda a coger impulso y atreverse a hacer las cosas bien. Sin embargo, para que la porción de autoestima haga su trabajo es necesario que esté basada en un autoconocimiento firme, real.
En ocasiones creemos ser de una manera y resulta que la imagen que damos a los demás es bien distinta. Es importante conocernos de verdad, reflexionar sobre cuáles queremos que sean nuestros valores y cuáles son en realidad los que defendemos con nuestra conducta día a día. Preguntar al otro cómo se ha sentido cuando hemos dicho o hecho algo también puede ayudarnos en este aspecto. Esforzarnos en conocer lo que sentimos, en saber cuál es la emoción que nos embarga en cada situación…
Ceñirnos a describir nuestro estado de ánimo con un simple “bien” o “mal”, supone perder de vista un crisol de matices que hacen único cada momento, reduciendo el significado de nuestras vivencias. Necesitamos saber qué sentimos para saber qué hacer con ese sentimiento, cómo manejarlo.
No es lo mismo sentir rabia que tristeza, decepción, impotencia… No es lo mismo sentirse alegre que tranquilo, activado, eufórico. Este autoconocimiento también nos va a permitir mejorar nuestras relaciones con los demás. Con demasiada frecuencia nos atrevemos a interpretar reacciones y palabras, y no siempre somos eficaces en saber lo que de verdad siente el otro. Si nuestra autoestima está basada en un buen autoconocimiento acertaremos más a la hora de gestionar nuestras emociones y las de los demás. Por otro lado, querer crecer implica también un cierto grado de resistencia, a la vez que una persona cuida su autoestima, reflexiona acerca de sus valores, trata de cuidar las relaciones con los demás etc., en su vida se van sucediendo acontecimientos, muchos de ellos son positivos pero también los hay negativos. Y es en estos momentos donde la persona no debe cejar en el empeño de crecer, de ser feliz. Afrontar adecuadamente situaciones que generan malestar puede ayudar a mejorar, a vivir con más plenitud, a sacarle partido a cada momento. Ante una situación negativa no sólo hay que centrarse en el sufrimiento que haya generado, hay muchas más cosas que en ningún caso han de pasar desapercibidas: el apoyo, las enseñanzas, el camino andado, los instantes, los proyectos. Así dispondremos de un “saber hacer las cosas” que hará que tras una situación difícil cosechemos serenidad y reforcemos nuestra identidad. Es el momento de mirar cómo nos queremos encontrar después, qué poso elegimos que nos quede, para qué queremos que nos sirva.