SER CONGRUENTES

             Normalmente sabemos explicar cómo somos y tenemos claros los valores que nos definen.

          A poco observadores que seamos podemos hacer una lista de las cosas que se nos dan bien y aquellas que no. Hasta aquí, todo en orden.

          Somos responsables, disciplinados, amables, tolerantes… Pero, ¿de verdad lo somos? ¿cómo lo sabemos? ¿nos paramos de vez en cuando a revisar cómo nos conducimos en lo que hacemos?

          A veces estamos convencidos de que somos como queremos ser, pero esto no siempre es así. Y cuando las cosas van bien, analizar estas cuestiones nos puede resultar carente de sentido, pero cuando nos encontramos algo desanimados este análisis nos puede ayudar a encontrarnos mejor.

          En ocasiones, el tiempo pasa y no se tiene la sensación de estar bien.  Los días hacen las semanas y las semanas los meses. Vamos haciendo lo que tenemos que hacer pero no nos queda la sensación de estar satisfechos.  Aparecen sinsabores que notamos en nuestro corazón.

          Sin embargo, y aunque tengamos que afrontar situaciones difíciles, parece ser que siempre podemos hacer más de lo que pensamos.  Y es aquí donde “ser congruente” es casi casi imprescindible.

          Se trata de vivir los días cuidando la actitud.  Cuidar cómo hacemos las cosas puede darnos un buen pellizco de satisfacción. Quizá si en lugar de prestar mucha atención a cómo nos sentimos por lo que nos pasa dirigiéramos la atención a cómo es nuestro proceder en lo que hacemos sentiríamos más paz. Si tenemos unos valores, que se note que los usamos.

          Si nos definimos como personas amables que se note que lo somos, si nos definimos como personas tenaces habremos de poner empeño en lo que tengamos entre manos sea de la envergadura que sea. Y si consideramos que sabemos frustrarnos tendremos que saber aderezar el malestar con un poco de quietud y buscando fuentes de consuelo.

         A veces, lo que queremos conseguir para estar mejor no siempre está a nuestro alcance. Así que quizá tenga más sentido velar porque los valores que nos definen se hagan presentes en cada momento que compadecernos de nosotros mismos.

          Ser congruente. Organizar el día con faenas, personas, descansos, risas, silencios…cada cosa en su justa medida, pero siempre en congruencia con lo que queremos ser. 

          Y es que al final, los momentos que merecen la pena están más llenos de congruencia de lo que pensamos.